Estoy descubriendo un trayecto que experimenta una parte dentro mío, es un recorrido interno que ahora siento con claridad. La parte más activa, la que busca ir más allá, crecer, desarrollarse, la que guía y porta luz. La que no se rinde. Una voz que tiene la impronta femenina, la sensibilidad que puedo imprimir en cada situación de mi vida, como una varita llena de magia los rincones oscuros y descubre colores donde sólo había grises. Esa voz crece, se expande y puedo sentirla en su trayecto hacia el otro lado, cruzando un puente, hasta tomar de la mano a una figura que tiene el mismo rostro pero es su opuesto. Antes de alcanzar a tocarse las manos, se alargan en el aire los dedos con una estela iridiscente y llegan esos destellos a juntarse, a mezclarse entre sí en una danza, se expande el puente y en el primer contacto dedo con dedo un chispazo provoca la fusión de las dos manos, los rostros cambian, todo se mueve, se desconfigura.
Antes del contacto, el opuesto yacía inmóvil y se perdía en los laberintos de la mente; preso de la duda y la resignación, agrandaba todo escenario adverso, viendo sólo lo oscuro. La fusión lo transforma, se despierta del letargo y distingue un camino por primera vez, ahora la luz le permite ver. No sólo se diluye la duda que antes era constante, ahora el opuesto tiene claro que no es un trayecto solitario y lleno de terrores, que va iluminado y no a la deriva; pero su misión también es advertir lo que es oscuro y mostrar esa cara opuesta de las cosas para completar el cuadro.
¿Cuánto hace que te has separado de mí?, le oí preguntar a una silueta que se acercaba a otra, las dos enfrentadas, en un espacio dentro mío. Se reencontraron y en el abrazo percibí calma. Algo dejaba de luchar.
Dos siluetas que se abrazan como piezas de rompecabezas.
Me impulsa hacia adelante este giro, esta curva.
Siento a la vida disponible para mí en el abrazo, cuando la mirada es tibia y puedo ver a través del espejo.
Abrazo
Miro hacia atrás como alguien que ha caminado y revisa sus pasos. Desde esta distancia te veo, recorro lo que vivimos, lo repaso con mi memoria y el corazón vibra cuando conecta con tus ojos. Allí veo algo intacto que viene desde otros tiempos y me habla.
Fue ese destello que vi, aquél que me alcanzó hace años, un mensaje que traía algo vivo en medio de la muerte, yo te vi mientras una parte mía moría y tus manos me llevaron a vivir de nuevo. Recuerdo que había también sombras a tu alrededor, y tuve que despejarlas para quedarme a tu lado. Pudo florecer mucha vida, la vimos crecer en la tierra que habitás, con las raíces yendo hacia el oscuro centro donde todo se descompone.
La vida son tus brazos cuando me envuelven. Es el calor de tu cuerpo abrazándome.
¿Qué hacer con la vida cuando se ha cumplido la misión que me llevó a tu lado?
¿Cómo es la mutación de este amor que siento?
El amor como energía vital que recorre mi cuerpo y hoy trae un nuevo mensaje para la vida, un brillo, una nueva luz. ¿Cuánto de este mundo se rompe para que pueda salir otro brote, cuán grande debe abrirse la rendija en este muro para dejarlo crecer?
Es la nueva luz, otro tiempo y una configuración distinta, la que me habla sobre la vida, la vida que late fuerte e intensamente con alegría.
Mi cuerpo se transforma, toda la realidad en torno a mí muta, mientras esta nueva luz penetra mis capas, se expande a través mío, y al tocarte, te invita a ver más allá del cuerpo, a entrar más profundo hasta ver el color y sentir la música.
Recibes
El otro viene.
Te miro:
Tenemos un ser esencial que se siente, se advierte, es lo que realmente somos, no sabemos lo que somos con nuestras mentes, la totalidad es una maravilla y no la conocemos, sólo podemos notar una mínima fracción, algo que quiero tocar, se escapa de mis dedos, lo que conozco es la imagen, la mía la tuya, una imagen que nos asignó nuestra familia, que se incrustó en mí en vos en las miradas y los ecos, con las voces que escuchaba desde que me abrigaba el vientre de mi madre, ahí nos va formando, la manera que nos conduce ese hilo, el que nos une a las historias de nuestros antepasados, nuestra infancia, y nacemos, el parto todo eso va marcando, se dibuja se hace roca, una personalidad artificial necesaria para sobrevivir, necesaria pero muy primitiva.
Mira más allá, un ser esencial, mira que lo puedes ver.
Un ser esencial si lo ves es el rey que habita allí, que se sienta en tu trono central, con música va con un tesoro, te trae algo que no se sabe, que no podrás entender con tu mente, es natural, en el presente te lleva, te deja fluir entre cara y cara sin dejar de ser vos, y te cuesta dejarlo actuar, el ego está generalmente en el pasado, es como fue formado, una jaula, principios que le dictaron y no sale de esos errores, los acarrea todos esos errores tratando de ser el separado del mundo como una isla, el aislado, ese es el ego, hay un ego útil, el que se da cuenta, el útil se da cuenta que se debe abrir, los pájaros nacidos en jaula creen que volar es un error ese es el yo menor, nacido en jaula, el pájaro que aletea en tu corazón es el que debes seguir, el trono en tu esfera central una nave que puede despegar que puede hallar libertad que ya no tiene cadenas, lo notas cuando todo se siente uno en tu Ser cuando se abren tus alas cuando puedes unirte con el viento y abrirte melodía.
Apuntes sobre mi viaje por las aguas de la psiquis (1a. parte)
Todavía conservo una cajita en cuya tapa está dibujado con témpera mi nombre junto a unos garabatos de niña. Esa caja era el lugar donde guardaba los dibujos y los regalos que le hacía a mamá y papá. Una maestra me ayudó a escribir mi nombre porque recién comenzaba a conocer las letras. Después le pinté unas flores y lo rodeé de colores.
—Esta es tu caja especial, guardá aquí lo que te guste, lo que sea valioso para vos.
Otros niños guardaban sus juguetes y objetos preciados; a mí me gustaba reservar esa cajita exclusivamente para los regalos que preparaba para llevar a casa.
Desde pequeña sentí que los regalos pueden sanar algo que está roto, pueden movilizar un amor que se ha agrietado. En mi corazón de niña, lo que sentía que debía curar era la brecha que se había abierto entre mamá y papá, como una fuerza que los obligaba a distanciarse cada vez más, un humo negro que los dividía y, a la vez, me tragaba.
Ese humo desdibujó el rostro de mamá, ese que antes lucía pleno de vida como una estrella que exhibe destellos de luz y lleva encriptada información milenaria. Me fui creando un refugio en los lugares donde la vida no se ponía tan áspera, pero en todos los escenarios que me vieron crecer, llevé la premisa de actuar correctamente, de hacerlo perfecto, consiguiendo el reconocimiento y la validación de papá.
Descubriendo el rol fijo
El peso se hizo más intenso sobre mis espaldas el día que le dije a mi padre “yo soy feliz si vos y mi hermanito son felices”, unos minutos después que nos contara que mamá sería internada y nos quedaríamos viviendo con él.
“No te preocupes, papá”. Con esas palabras sellé en mí la marca de un rol que quedó fijo y se ocultó en mi corazón.
Mi camino comienza cuando tuve la certeza de que ese rol fijo no era yo misma, que una esencia libre de ataduras esperaba ser descubierta y rescatada del olvido.
El sentido de las líneas que escribo y de los espacios que brindo está impregnado de mi búsqueda por los aspectos no condicionados del ser, no domesticados, los cuales van más allá de los roles impuestos por la familia y la sociedad.
Mis investigaciones se focalizan donde es preciso sellar las grietas y extraer conocimiento y fortaleza de la sombra. Este propósito comenzó a definirse como aportar orientación en la oscuridad para iluminar lo que no se ve, desanudar lo que impide movernos libremente, armonizar cuando hay colisión de opuestos que es preciso reunificar.
Salir del automatismo
En la psiquis, siempre hay una división entre partes que han quedado fraccionadas por nuestras historias dolorosas, por argumentos ocultos que operan desde la sombra.
La brecha que percibía con dolor mi corazón de niña separaba, a la vez, a mis padres y a dos aspectos de mí misma que aún busco reunificar para reconstituir a mi ser como unidad. Este proceso requiere un viaje hacia las aguas turbias de la psiquis. A partir de que lo emprendí, el rostro de mi madre se ha vuelto a dibujar con su destello de luz, se ha vuelto a integrar como una de mis partes. El rostro de mi padre busca reunificarse dentro mío como aliado, reclamado por esos dolores que se habían convertido en escudo.
El trauma o dolor generalmente se atesora como algo que no queremos dejar ir, porque en alguna medida nos define. El ego arma estrategias para que el dolor no se vea, para no exponerse y, aún así, conserva el dolor porque soltarlo implicaría quedar vacío. Para evitarlo, el ego desarrolla mecanismos de defensa que ocultan el dolor real (como la negación, la proyección y la racionalización o excusas).
En gran parte, enfrentarme a esos mecanismos para acceder a lo oculto me permitió comprender que el ego se compone de distintos elementos, los cuales hay que saber manejar. El ego tiene la función de proteger, satisfacer nuestras necesidades y constituirnos como un sujeto que puede relacionarse al mundo. Por lo tanto es un mediador entre el interior y el exterior. Tiene valor como indicador de límites individuales, pero necesita integrarse con el alma y el espíritu para experimentar significado. Un ego maduro incluye la satisfacción de la autoestima equilibrando el desarrollo del individuo con el de la familia, la comunidad, etc. Es necesario recorrer las zonas ocultas para liberar el dolor y perfeccionar al ego, convertirlo en un vehículo saludable que juegue a favor del individuo y no quede cristalizado en el trauma.
Comienza mi viaje por los arquetipos
Cuando identifiqué que en mi personalidad se habían cristalizado el arquetipo de la Huérfana y de la Bienhechora, decidí profundizar en mi viaje interno. Atravesar la máscara y dotar a mi realidad de todo el espectro de luces y sombras disponible en mí como potencial. La investigación me llevó a estudiar el abanico de arquetipos e indagar formas de sellar las grietas, desanudar las trabas.
La Huérfana dentro mío fue la más palpable y fácil de reconocer, por ese dolor profundo, esa brecha. Siempre que se cristaliza este arquetipo, hay un abandono por remediar. Mi niña interior se culpó a sí misma cuando mis padres se separaron. Y, desde la Huérfana, se reforzó el dolor creando situaciones donde se confirmaba el abandono (con otras relaciones). El mecanismo de mi ego me decía que yo era inadecuada, que mejor me apartara y rechazara incluso a quienes trataban de ayudar.
La Bienhechora dentro mío apareció claramente cuando registré un aspecto central de mi rol: siempre me vi devorada por una compulsión a dar y sacrificarme. Tenía una creencia subconsciente que reforzaba la cristalización de mi bienhechora interna: si hacía todo para los demás, si me entregaba a dar, sería querida y valorada.
Un gran hito en mi viaje fue la creación del taller La Travesía que preparé durante varios meses mientras buceaba en mis aguas. La motivación que me llevó a brindar esta propuesta en grupos durante el 2024 fue compartir la pócima de mis investigaciones, facilitando que otros puedan realizar sus propios viajes hacia la profundidad de la psiquis.
Actualmente, La Travesía está disponible online para que lo recorras a tu ritmo en un viaje donde conocerás las diferentes facetas e instancias arquetípicas que atravesamos en la vida, las identificarás en vos y conectarás internamente las partes para expresarte desde tu versión más esencial. Harás consciente la forma en que encarnás los arquetipos y podrás elegir cómo navegar las facetas, con un mapa para atender a tu llamado cada vez que se presente en tu vida.
En este artículo menciono a los primeros dos arquetipos que identifiqué en mí y me gustaría cerrar con una alusión más.
La brecha que dolía en mi corazón comenzó a curarse cuando dejé de negar lo que sentía, cuando dejé de olvidarme de mí misma.
La importancia de admitir al Huérfano en nuestro interior es que no se sienta abandonado por nosotros mismos. Para el mundo, es un mandato estar bien todo el tiempo y eso muchas veces lleva a que los adultos, por temor a ser juzgados, escondan un niño interno vulnerable, perdido o herido. Como resultado, ese niño no sólo está dolorido por el abandono sino, a su vez, está olvidado, oculto. Donde el Inocente siente y confía que la pureza y la valentía serán recompensadas, el Huérfano cree que no será así y que, con frecuencia, prospera la maldad. El huérfano encarna al idealista decepcionado, al inocente desilusionado.
A raíz de mi viaje, entendí que el temor a ser abandonada o a sentir decepción, la permanente traición a mis propios sueños, la impotencia y la preocupación, se debían a que estaba experimentando la vida desde la sombra del huérfano. También comprendí que había adoptado al bienhechor como una estrategia para sobrevivir, siendo y haciendo todo por los demás.
¿Cuánto de estos argumentos opera silenciosamente en vos?
¿Cuáles son las historias que yacen ocultas en tu corazón?
Te invito a que emprendas tu propio viaje, acompañado/a por este recorrido que transité y te comparto en La Travesía, disponible aquí.
Notas sobre el 2024 y la Justicia tomada desde el Sí mismo.
Empezamos el año 2024 y el designio general* viene con la impronta de dar a cada quien lo que le corresponde. Me parece un momento propicio para replantearnos desde qué lugar motorizamos las acciones, cómo proyectamos nuestros deseos y nos orientamos a lo que queremos materializar. O sea, preguntarnos por el Poder que tenemos sobre nuestra realidad.
Hoy quiero traer un tema del cual se ha escrito mucho. La búsqueda de la felicidad puede ser uno de los mayores conflictos que atraviesa la humanidad desde siempre.
¿Esa es la verdadera finalidad de nuestras acciones?
¿Todo lo que hacemos sería un medio para llegar a ser felices?
Pienso que el problema radica en buscarla como si fuera un lugar al que llegar y no un estado interno.
*Hablo de “designio general” porque es para todos igual el 2024 / 8, pero vos tenés que conocer tu Año Personal también, para saber específicamente qué te toca como designio a vos. Podés tomar conmigo una sesión de numerología (de carta natal o de año personal). También podés calcularlo vos y ver acá un poco de info al respecto.
La Justicia
En cuanto al Poder que tomamos en nosotros mismos, tiene mucha información la simbología de la Justicia que trae este año (2024 = 8). El arcano 8 del Tarot -en este caso, el de Marsella- nos muestra los elementos fundamentales que debemos considerar: la espada y la balanza. Los dos aspectos ante los cuales la actitud firme, impasible y erguida del sí mismo es la que toma las riendas y nos da claves para ser dueños de nosotros mismos.
Para describir el designio de este año 2024, en numerología hablamos de la Gran Cosecha, porque el 8 es el arquetipo que toma el poder y se adueña de sí mismo en lo emocional, espiritual, cosechando sus frutos en lo material.
La Justicia puede ser una fuerza exterior que pone las cosas en su lugar o un poder tomado en nosotros mismos como resultado del equilibrio y la integración de la dualidad.
Las respectivas líneas horizontales y verticales de la balanza y la espada juntas, forman la cruz del progreso espiritual contra la limitación humana, así como también del idealismo contra el sentido práctico, la cruz en la que nos encontramos clavados. La Justicia hace de mediadora entre estas dos realidades. No mira a la balanza ni a la espada; en lugar de eso, está erguida mirando al frente, casi como si estuviera en trance. Simplemente, su función requiere visión interior más que visión intelectual.
Sallie Nichols
Cuando observo la actitud erguida e impasible de este arcano, viene a mi mente la cuestión de los deseos, dimensión que se activa mucho en estas fechas y que nos inculcan en los cumpleaños y festejos. Pienso en el dilema entre desear algo externo y aprender a Ser uno mismo, con los frutos que la expansión del Ser trae consigo.
Desear lo que no tengo o, sencillamente, Ser, con Sinceridad y Autenticidad, reconociendo mi naturaleza, obteniendo mis propios frutos en el camino.
El mecanismo del deseo
Este dilema separa dos paradigmas.
En el primer caso, cuando deseamos, vamos en busca de lo que no tenemos, creyendo que alcanzarlo podrá satisfacernos. Partimos de la carencia y del hecho de que otros han conseguido lo que nos falta. Entonces, el deseo es movido por un mecanismo de carencia y de comparación.
El deseo surge de la separación.
El nacimiento, la mayor y primordial separación, nos ha provocado, a la vez, la primera angustia y el primer anhelo (inspiración) de vida…
Por lo tanto, lo que en fondo buscamos es completarnos o llenar ese vacío que nos ha dejado la herida de haber nacido, la herida de habernos separado del útero proveedor o del paraíso… Entonces, ningún deseo nos conducirá hacia algo que nos sacie realmente.
El Anhelo
Sólo el Anhelo que surge del Ser genuino (orientado al espíritu) podrá colmarnos. En este caso, no hay comparación con otros ni separación como causa. El Ser que pulsa por expandirse y desarrollar los potenciales que ya tiene es el que da lugar al Anhelo.
Para que surja el Anhelo o Aspiración, es necesaria la visión interior de la que habla Nichols en el fragmento citado. Para reconocer el Anhelo tiene que haber previamente una conexión con el alma, orientada al Espíritu.
Si el deseo es lo que nos “pone en movimiento” para lograr algo, hay que ver qué mueve al deseo. Cuando no está el Ser como causa de ese movimiento, no manejamos las variables de lo que cosechamos. Habrá algo externo (léase el inconsciente, subconsciente, mandatos familiares o sociales) más fuerte que nuestra voluntad, que ejerza el Poder e imparta Justicia.
¿Cuáles son tus deseos?
¿Qué buscás y para quién estás proyectando, para tu Yo real (orientado al espíritu) o tu yo falso (manejado por la personalidad / ego)?
Hay un tema delicado en el desear que requiere observar cuál es la parte nuestra que desea y hacia dónde se orienta. Estamos en un mundo que hace de lo material un culto: el mayor mal es el olvido, el espíritu se ha fugado de lo colectivo y sólo queda en el espacio interior de quienes van a su encuentro.
Hemos venido, no a tener, sino a recordar lo que ya somos.
¿Buscando la felicidad?
La felicidad lleva siglos debatiéndose en la filosofía. Quizás sea uno de los temas más controversiales en relación al deseo humano.
Para los estoicos, la felicidad se basa en prescindir de los bienes materiales y tender al dominio de las pasiones por medio de la razón y la templanza.
Las grandes bendiciones de la humanidad están dentro de nosotros y a nuestro alcance. El sabio se contenta con su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene.
Séneca
Muchos pensadores de todas las épocas han coincidido en que es más feliz el hombre que tiene tiempo para sí mismo (que es libre) frente al que posee objetos, cargas, trabajos y tareas impuestas por otros. Por ejemplo, Nietzsche distinguía entre hombres libres y esclavos, siendo estos últimos quienes no tienen “dos tercios de su día para sí mismos”.
Lao Tse propuso tres estados de ánimo habituales que nos permiten pensar en la felicidad (ligada a la paz interior).
Si estás deprimido, estás viviendo en el pasado. Si estás ansioso, estás viviendo en el futuro. Si estás en paz, estás viviendo en el presente.
Lao Tse
Es difícil que el ser humano atado a los designios de la personalidad pueda discernir con claridad entre sus pensamientos y emociones para determinar si habita en el presente o si naufraga en un laberinto de deseos que lo proyectan al futuro y le traen ansiedad y angustia.
En la misma línea, Henry Thoreau decía que:
La felicidad es como una mariposa; cuanto más la persigas, más te eludirá, pero si prestas atención a otras cosas, vendrá y se sentará suavemente en tu hombro.
Entonces, la felicidad se relaciona más con la pasión y el compromiso genuino con el que desarrollamos nuestras obras, con el lugar de integridad logrado en nosotros mismos al accionar, que con la búsqueda de aquello proyectado en el futuro (esas torres de ilusión de las cuales tironea el mecanismo del desear). Mucho menos vinculada está la felicidad con aquello que nos imponen otros (mayormente de manera inconsciente)…
Para mí, el problema (tan difícil de percibir cuando estamos atrapados en la personalidad) radica en “buscar” la felicidad como si fuera algo que está ahí afuera y que podemos obtener con objetos, bienes, relaciones, estilos de vida que vemos en otros y que aún no “alcanzamos”.
Es este esquema el que provoca la angustia de quien nunca se siente colmado y está atrapado en el laberinto del deseo, girando en torno al vacío interior.
El vacío interior
El interior está vacío cuando ha olvidado la dimensión trascendente. Es la cuestión de estos tiempos en los que el Sujeto está en caída, se ha alejado de su esfera divina inherente y se somete a funcionar en un engranaje dentro del reino inorgánico, la inteligencia artificial y los mecanismos productivos del sistema materialista. La humanidad en lo general se ha degradado y se reduce cada día más a la esfera física, material, está dominada en la dimensión mental y emocional por la maquinación colectiva y los designios del mundo.
No es posible estar en contacto con el espíritu si permanecemos en el deseo, como propone el colectivo, buscando lo externo, lo material o lo que no tenemos. En ese caso, sólo podemos desear lo que nos falta y quedamos atrapados en la lógica de la separación, buscando conseguir aquello de lo que carecemos para recuperar una supuesta plenitud perdida.
El hombre verdadero se encuentra por encima de los dioses, porque éstos no conocen las adversidades y la desgracia; en cambio los hombres se encuentran expuestos a las mismas, teniendo el poder de vencerlas.
Séneca
Es precisamente nuestra dualidad y los conflictos propios del ser humano, la condición de posibilidad del hombre verdadero. Atravesando las dificultades y superando los obstáculos creamos en el interior un poder de mando sobre la Propia Vida. Ese interior poderoso nos hace fuertes y más libres que los dioses. Los dioses están atados a un argumento arquetípico, tienen un destino escrito.
Nosotros, como Individuos, podemos alcanzar la libertad a partir de nuestra condición trascendente, a partir de la fuerza creada en nuestro interior (que proviene del plano increado, del Espíritu).
El pendular: entre el deseo y la aversión
El Sujeto, por definición, está atado: sujetado al deseo, deseando lo que no tiene.
Los vaivenes de la vida, del mundo, lo llevarán a pendular entre el deseo y la aversión…
Esa es, básicamente, la dualidad que lo mantiene amarrado a las cuestiones del mundo materialista y lo alejan de su dimensión trascendente. Atravesando y superando el mundo de las formas es que se domina a sí mismo como humano y tiende a lo divino.
Las formas, lo material, va ganando terreno en la vida del sujeto y, si la conquista, el sujeto deja de tener el poder sobre su propia vida y pasa a estar manejado por las circunstancias del mundo.
Por eso es tan importante determinar cuál es la parte nuestra que desea y desde qué lugar lo hace, hacia dónde se orienta.
¿De dónde viene el movimiento pendular entre el deseo y la aversión?
El tironeo proviene de los mecanismos colectivos, las proyecciones inconscientes y las creencias limitantes que aún no hemos desterrado de nuestro psiquismo.
Mientras nos mantengamos en el movimiento de la dualidad, entre lo que deseamos y lo que rechazamos, estaremos reforzando el poder que ejerce sobre nuestra vida la sombra y lo subconsciente.
El vacío y la herida
Todos los vacíos que afloran en el interior están basados en heridas (desde el trauma de nacimiento en adelante) que deben ser vistas y reconocidas para que el adulto que hoy somos pueda vivir libre de esos condicionamientos. ¿Cuántos vacíos te han llevado a lugares donde terminaste perdiéndote más aún?
Un tema frecuente en mis sesiones tiene que ver con los límites que debemos establecer en los vínculos familiares. La familia es el primer obstáculo a atravesar cuando se trata de mandatos y de cumplir lo que otros esperan…
El gran muro que te impide crear tu realidad está compuesto de cargas, tareas, mandatos que te desvían de tu propósito, de lo que vos como Individuo viniste a plasmar.
En las sesiones individuales, muchas veces el problema está vinculado con el tironeo entre el Yo real y el yo falso (que responde a las demandas de la familia, la sociedad y la época). El ego o personalidad se acomoda a la perfección en el engranaje y funciona dentro del sistema familiar con una identidad que durante muchos años creemos que nos pertenece pero, en realidad, es falsa.
¿Qué cualidad nos puede mantener firmes (como está el arcano la Justicia) con la mirada erguida en equilibrio entre la dualidad?
Un tesoro llamado coraje
El coraje es una cualidad de quien vive en conexión con su espíritu. Es una virtud a conquistar, no viene dada. La sociedad forma sujetos que quedan atrapados en el mecanismo del desear y rechaza a los individuos valientes.
Por eso, desarrollar la Valentía para enfrentar la Vida Propia es un elemento heroico en esta época. Implica ir en contra de muchas creencias y mandatos, ir en contra de lo impuesto. Necesitamos coraje para hacerle frente a los embates de lo cotidiano que nos tironea hacia los objetivos que la familia, la sociedad y la época proyectan sobre nosotros.
No podemos traer la cumbre de la montaña al valle. Si queremos llegar a la cumbre de la montaña, tenemos que atravesar el valle, trepar por las cuestas sin temor a los peligrosos precipicios.
Jiddu Krishnamurti
Sólo los individuos valientes logran transformar los defectos de la personalidad y el alma y se orientan al Espíritu.
Con coraje nos atrevemos a subir a cima, a lograr que los elementos terrenos y mundanos (lo material, lo mental y lo emocional) asciendan hasta encontrarse con lo más elevado del ser humano, su dimensión trascendente.
Hay una razón por la cual olvidamos las piezas profundas que edifican nuestra especie. Una razón por la que se nos ha borrado el recuerdo del origen. ¿Qué rol tienen el sol y el oro en este alejamiento?
¿Será que lo fundamental se encuentra oculto en lugares misteriosos?
Templo solar MNAJDRA, en Malta
Un agudo alejamiento de la fuente sagrada, del oro que late en lo profundo de la humanidad.
Oro, centro dorado, fuego primero. El «sol in homine» es el jugo del valor heroico que me dice: cultivá lo más genuino y esencial, dejá ir lo que no es vital, lo impuesto, lo que no late.
El individuo puede sacralizar su mundo si está en conexión con la vida, si habla con su espíritu, si entra en la profundidad de su misterio, atravesando cada instante como un rito.
El pulso del sí-mismo en la realidad sacra, que es la esencia de la inmortalidad, lo que perdura más allá de lo mundano. Sol como el oro cuyo brillo fecunda y nutre la semilla que está germinada en el corazón. Luz que hace madurar ese fruto, nutriendo lo esencial y organizando, desde el centro del pulso, la creación.
¿Será que el borramiento de los orígenes está vinculado con esta trascendencia, con la fuerza de una raza solar?
«Si la Edad de Oro es un recuerdo lejano del ciclo de esta raza, al propio tiempo se formuló una concepción suprahistórica basada en el hecho de que, en un momento dado, lo que había sido manifiesto se volvió oculto. A causa de una progresiva involución de la humanidad, la función ejercida por esa raza se fue haciendo gradualmente invisible y quedó interrumpido el contacto directo entre historia y suprahistoria.»
Julius Evola
Templo solar STONEHENGE, en UK
Conquistar el lugar dorado que adentro late. Recordar lo que quedó oculto. Transitando de lo terrenal a lo celestial y comunicando los planos, el centro dorado es el lugar por donde se asoma lo trascendente, la llama eterna.
*
El sol en su bajada, luego de su esplendor del solsticio, me trae al juego de la luz y la sombra. Cada día hay más claroscuro.
El viaje del sol por la rueda es el viaje del héroe y allí se va encontrando con su opuesto, la sombra, la noche, el elemento lunar de repliegue y receptividad.
El uno y el dos en la danza producen una fuerza que los vuelve a unir y supera los límites, su encuentro en el tres contiene la trascendencia, el elemento que puede autoexpresarse porque integra el fuego y el agua.
Cuando hablo vuelan en el aire no sólo mis ideas sino las llamas de mi corazón que quieren llegar al otro lado, que tienen como acompañante a la mano del alma con su ternura incondicional.
El 1 como elemento de fuego es el sol que irradia y crea desde su centro original. El 2 como el agua que puede extender la mano y ablandar lo que arde y consume. El 3 es el resultado y a la vez el punto de reunión de todo, en la palabra. El Oro, la Plata, la Palabra.
Llevamos latentes en la sangre los elementos del Oro, la cualidad heroica de la condición humana. ¿Dónde se expresa hoy aquel héroe que lucha con la fragmentación de sus partes, con la destrucción de sí mismo?
También contenemos a la Plata, la cualidad sensible y receptiva que habita en las emociones humanas. ¿Cómo destila su amor el alma que hoy está desolada por el miedo?
El sol, el Oro, es un símbolo del Padre, del héroe y del centro organizador. Es un elemento interno de maduración, el fuego donde laten los aspectos esenciales, que no pueden ser dirigidos por otro porque son pulsados desde sí mismo. La luna, la Plata, es un símbolo de sacerdotisa y Madre, de alma, del agua que da forma a las emociones.
Éstos son símbolos incorporados en el inconsciente colectivo, latentes en nuestra sangre, cuyos significados intervienen, están involucrados en la construcción de nuestras vidas. El inconsciente relaciona arquetipos y símbolos para crear la ecuación que resultará en realidad desplegada. De manera que nos afectan profundamente las deformaciones que provoca el sistema cultural y las distorsiones que transitamos en nuestra configuración familiar, ancestral.
El encuentro de la luna y el sol refleja una alquimia íntima que puede unir el fuego con el agua. En la incorporación de ambas potencialidades, en la integración del oro y la plata sucede un misterio de trascendencia. En la integración sucede la alquimia entre el elemento heroico y la cualidad sensible. Este misterio es la búsqueda de una transformación, de renacer a otro estado y ganarle a la muerte. Es el Graal, el secreto de la renovación permanente y de la eternidad.
Lo impuesto, aquello que moldea y rigidiza, nos deja fuera del amor, nos aleja de esta integración. Porque el sistema cultural utiliza nuestras vidas y se alimenta de ellas; y así quedamos presos de la muerte. El A-Mort es un secreto porque ésa es la cualidad de los Dioses, es lo divino que habita -latente- en lo más profundo de nuestro corazón.
«El hombre de las sociedades arcaicas tiene tendencia a vivir lo más posible en lo sagrado o en la intimidad de los objetos consagrados. Esta tendencia es comprensible: para los “primitivos” como para el hombre de todas las sociedades pre-modernas, lo sagrado equivale a la potencia y, en definitiva, a la realidad por excelencia. Lo sagrado está saturado de ser. Potencia sagrada quiere decir, a la vez, realidad, perennidad y eficacia.»
Mircea Eliade
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El sol nos conduce hacia la profundidad esencial que late en el espíritu.
Todo lo accesorio se desvanece por completo.
Está relacionado con el oro espiritual (el mineral de mayor valor, símbolo de perfección y de lo divino). Para los alquimistas, el «oro preparado para la obra».
«El mundo, en todo relato cosmológico, se crea o bien por la luz o bien por la palabra. En uno u otro caso, palabra o luz son siempre alegorías de una onda de energía que se transmite formando una espiral o una ondulación.»
Gälic Druham
Hace tiempo, el sol entró en su primavera. Se produjo el despertar solar: mayor actividad, mayor presencia y fuerza del astro.
En la cultura actual, las distorsiones nos alejan de este gran bien.
Todas las culturas antiguas veneran al sol. ¿Por qué se han construido templos en honor al sol en todas las culturas ancestrales?
Porque es sinónimo de vida, fecundidad, abundancia, plantas, luz, día, alimento.
Templo solar KARNAK, en Egipto
En cambio, la cultura actual coloca al sol en el lugar de un enemigo que provoca cáncer de piel. Cremas de protección solar, bloqueador solar, demasiada información tendenciosa sobre los problemas del sol.
Las distorsiones pueden generar síntomas.
La celiaquía, el cáncer de piel y afecciones de la piel por hipersensibilidad al sol, entre otros. Todos están vinculados con esta incoherencia que hace ingresar a esta civilización en una distorsión.
Los momentos fundantes de la vida quedan en la zona del olvido, fuera de la memoria y el recuerdo.
No recuerdo el primer paso que di, ni el primer grito. Se me escapa de los dedos la sensación de tu piel suave, quiero hallar el contacto con tu cuerpo, descubrir el misterio de nuestra unión.
Lidiar con lo oculto es la condición de existir
Olvidé el tiempo de la comodidad, en el hueco de tu amor, el tiempo de nadar en la casa que me brindaste.
No recuerdo recibir oxígeno de vos, se me escapa de la boca el sabor del alimento.
El gran deliberador mantiene las cosas ocultas. Una fuerza invisible maneja hilos detrás de las fauces devoradoras del tiempo. Me veo aquí, investigo entre historias, respiro el recuerdo de emociones, reconozco el propósito de este dolor.
Una pulsión me trajo a este cuerpo, una existencia latía y ahora respira en mi corazón.
Lo que vibra está vivo. Sin embargo, si se estanca entra en proceso de descomposición.
Lo vivo encuentra pruebas y obstáculos que son parte del camino, del propósito inicial.
Una esencia me llama detrás del pensar.
El recuerdo
Todo lo que no recuerdo, todo lo oculto, es un impulso. Siempre hay motivo. Originariamente una fuerza me ha puesto a vibrar, me dio movimiento.
Estoy en un bosque, me paro frente a los árboles: cada rama que miro es un reflejo. Una brisa de impulso inesperado me confiesa un recuerdo.
Al final, sé que hay una flor o un fruto que, aún oculto, es para mí.
*
Lo que confunde, lo que traba: son partes de mí que duelen.
Son situaciones, personas, historias. Pero yo soy todas esas partes, por donde mire.
Y no hay otro modo de cambiar lo que duele más que sintiéndolo. Atravesándolo con cuerpo y entrañas.
En primer lugar, si atravieso lo incierto, si le pongo palabras a lo oscuro, lograré unir partes distanciadas, lograré acercar las miradas.
El momento de mayor caos y oscuridad es donde aparece un hilo, una posibilidad, aparece algo nuevo que conecta partes que luchaban.
En segundo lugar, si no fuera por el encuentro entre el hueco oscuro e infinito -el espacio primigenio, el caos-, y la tibieza natural -la nitidez y precisión, la tierra-, si no fuera por ese encuentro, no habría nacido el universo. En el hueco profundo de la Abertura, del caos, en un espacio vertiginoso e indefinido, tuvo lugar la firmeza y la estabilidad.
Puente
De esta manera, atravieso el puente entre lo profundo y lo visible.
Para crear mis bases, para establecer firmeza, debo traer raíces de la zona donde duele y está oscuro. Para crear mi suelo firme, debo acceder a mi espacio subterráneo.
«La Tierra, aparecida en el seno de la Abertura, se reúne con ella en las profundidades» (Jean Pierre Vernant).
La creación siempre se da en el encuentro entre lo caótico, oscuro, y lo sólido, visible.
La realidad de los sentidos, la tierra firme que toco, es la última etapa de una construcción.
La palabra como puente, abre un camino y llega al inconsciente.
En otros términos, la palabra une lo sólido con lo inestable, la forma con el hueco, permite modificar códigos para que se plasme el cambio en lo sensorial y en la vida.
Hoy disfruté de una hermosa manera de vivir el tránsito por zonas confusas, de caminar por el hueco, el abismo.
Ante lo nuevo, ante los cambios, siempre aparecen las formas del miedo y el dolor (señal de que hablan la muerte y la regeneración, conviven paradigmas anteriores y venideros).
En el terreno más firme siempre reaparece la niebla opaca donde las fronteras son borrosas, y se presentan el caos y la oscuridad original.
Cuando ingresa el aire, dejo que traiga conciencia a mi cuerpo, en este profundo acto que es RESPIRAR.
Inhalar es recibir nueva información, recibir vida. Exhalar es dejar atrás y liberar lo que ya no necesito. Si conecto con el oxígeno y permito que me cuente la historia de su origen, de dónde viene, el oxigeno fabricado en los árboles se dibuja en una escena en mi visualización.
Puedo crear el ambiente ideal -el que quiero, el que considero perfecto para mí-, dejar que ese oxígeno ingrese, dejar que esa sea la vida que ingresa a mí.
Con la respiración y la palabra puedo unir lo que está separado, crear un lazo entre lo caótico y lo estable. Para crear en mí la vida que impulsa mi centro.
La palabra como puente, abre un camino y llega al inconsciente.
Este puente permite comprender una nueva vida humana gestándose, que da lugar al encuentro entre las distorsiones y las potencias de ese ser. También se ve nutrida la relación entre el inconsciente y el consciente.
¿Será el animal que vive en mí un terreno de conquista?
¿La matriz sagrada que anida en mí, un lugar codiciado?
¿Mi cuerpo, un secreto cáliz de potencia que corre riesgo?
Te sacan del vientre el poder de crear.
La vida se escurre de a gotas, con el destrozo, el arrase, la mutación genética, la robotización.
Te arrebatan la potencia del cuerpo.
Yo busco a la Diosa que habla en la sangre.
La que chorrea hilo sacro de vida.
La Diosa nos recuerda el valor de la semilla, la vida gestada en el útero. También nos recuerda defender lo que aún es humano.
Tlazolteotl, diosa de la fertilidad (Imagen sujeta a derechos de autor, reproducida bajo permiso de Dumbarton Oaks Research Library and Collection) Figura de parto, Colección Pre-colombina Dumbarton Oaks Research Library and Collection, Washington, DC. Estilo azteca, postclásico tardío Siglo XIX
Veo a la existencia como un gran acertijo. A veces me observo dentro de un laberinto, mi forma humana camina por pasillos que se van repitiendo, mimetizados, parecidos, me espejan caras distintas de algo que ya vi, me muestran escenas nuevas que están construidas con materiales que experimenté, que por alguna razón oculta siguen ahí. Otras veces me observo como algo etéreo que no habla, ni tiene bordes. Veo que hay algo muy grande, que pocas veces encuentra definición. Soy un aspecto de una totalidad que se transforma a sí misma a través mío. Nací para transformar algo de ese todo. Voy a morir para trascenderlo, luego de morir quizás sea otra vez vehículo. En esta existencia soy un pedazo de esa totalidad que está sanando, como la pieza de un rompecabezas. Voy encontrando partes que necesito para aprender. Todo lo que hago me encuentra con esas partes, para transformar el aspecto que soy.
Nacemos como hilos enredados a otros
Creo que nacemos para transitar una distorsión, en este plano de dualidades, donde hay luz, armonía, equilibrio y también sombra, desacuerdo, opacidad. Reconozco que mi forma humana es como un vehículo de esa distorsión, proyectándose y desplegándose, con sus lugares oscuros y sus potencialidades. Pero también distingo en mí una fuerza que ve el laberinto de la distorsión desde el vuelo del águila. Lo que hay alrededor es un espejo o una llave para diferenciar las partes. Para saber qué del camino es un engaño, qué es verdadero, qué es lo que vibra, qué está muerto. Mi corazón delimita un mapa, me va hablando a medida que doy pasos. Como pistas de una búsqueda hacia un lugar que desconozco.
Tenemos pistas diferentes, nos encontramos en el camino porque vos tenés algo que yo no veo y yo tengo algo para darte. La base de la cooperación mutua es que cada quien tiene su camino, un camino único con llaves exclusivas para descubrir su profundidad, su propio aspecto. Cada quien vive una circunstancia. Algo de lo que vivimos nos hace trizas. Esa circunstancia está dentro de lo que llamamos realidad. Y se hace inmensa.
La trampa
La trampa es encadenarnos al engaño de la circunstancia. El engaño lleno de historias de nuestra vida, de las situaciones que la conforman y de nuestro propio registro en un cuerpo y una persona. “Soy de tal manera”, “me afecta de tal forma”, “tengo tal problema”, “me identifico con esto”. Nos atrapamos en la circunstancia, nos hace trizas.
Yo veo cielos negros, rayos huracanados. Algo que me habla, me grita, mientras sueño y cuando estoy despierta. Mi garganta le da cuerpo a mi voz para alzarla y gritar. El grito se convierte en circunstancia. Les pregunto a las estrellas detrás del cielo negro y no me saben decir.
La circunstancia es una manifestación: algo que aparentemente está “fuera” nuestro pero manifiesta la consciencia que tenemos de quiénes somos.
Mi garganta late al ritmo de una vida al borde de la locura. Veo en este aparente afuera que hay quienes levantan sus voces y quienes levantan otras. Cada quien en su opinión, construyendo barreras que ponen por delante a la razón, dejando detrás al corazón. Sé que la manifestación no está afuera realmente. Me habla de mí. Esto que me duele al “verlo afuera” me pide que lo observe desde la altura, para hacer esta pregunta: ¿para qué me sirve esto, en qué me ayuda a conocerme más?
Mi consciencia
Un susurro viene de algún lugar muy dentro mío. Es casi un silencio que toma voz lenta y calma. Un susurro que trae claridad y me despeja. La atraigo un poco más con mi respiración pausada. La escucho un poco más cuando puedo sólo sentir la vibración de mi corazón. El centro que marca el verdadero ritmo, del cual se expanden los hilos que nos unen.
El “afuera” va cambiando, como un cuadro que se desdibuja y va derramando sus colores. Cada quien “afuera” es una llave más para mí, una salida a esta nueva ser humana que vuelve al origen. Una fuente que trae amor, incluida rabia, como aspectos de lo mismo. En la profundidad de la fuente nuestros hilos se entrelazan. Nos estamos abrazando.
Algoritmo
La realidad ante los ojos es consecuencia del algoritmo al que juega el inconsciente, donde se mezclan emociones, expresiones, hechos no expresados. Lo que vemos es un juego, fruto de la proyección del inconsciente colectivo. Las circunstancias nos anclan, nos encadenan en la sucesión de registros personales, una garganta profunda que nos va comiendo la carne y el alma.
A medida que tomamos consciencia de quiénes somos, la realidad manifiesta quiénes somos, va cambiando a cada instante de silencio. Somos un vehículo, un aspecto, una parte de una totalidad. Hay algo muy profundo, requiere escucharse en calma. Una voz silenciosa que viene en ritmos, que trae llaves en cadencias. Para abrir puertas en la profundidad. Allí nos encontramos con sombras y renacemos varias veces para sanarnos, purificarnos, liberarnos. La pregunta que subyace siempre, ante cada latido, es ¿quién soy?